Había una vez, un hombre que vivía en el país de la existencia, apresado por el dragón del egoísmo en la torre de un palacio. La voraz fiera lo obligaba a cuidar un tesoro escondido en la buhardilla, haciéndolo sentir solo y triste.
Cierto día mirando por la ventana al dragón se preguntaba: “¿Cómo sería mi vida si pudiera salir del cautiverio?” Justo cuando una luciérnaga se apareció y le aconsejo: “Si buscas dentro de tu corazón encontraras un sentimiento que te ayudará a encontrar la alegría de la vida”.
El hombre aunque confundido por las palabras de la luciérnaga, pensó, pensó y pensó toda la noche escudriñando en lo profundo de su corazón para encontrar la forma de vencer al dragón del egoísmo.
Fue entonces cuando a su mente vino la idea de desafiarlo y compartir el tesoro escondido con la gente del exterior.
Al día siguiente emocionado con su nueva meta de vida, se miró frente al espejo de su alcoba y miró al dragón del egoísmo, al verlo de frente intento atacarlo pero el hombre al descubrirse él mismo en el reflejo de la bestia, se dio cuenta que lo único que podía vencer el egoísmo y su tristeza era el amor.
De está forma pudo vencer el espejismo que lo atormentaba en su soledad, repartiendo el gran tesoro de sus virtudes y compartiendo quien era y lo que tenía sembrando amor entre los quienes lo rodeaban y transformando su triste existencia en una vida llena de alegría.
Así nosotros si queremos ser felices debemos aprender a vencer el egoísmo, cultivando el amor entre nuestros semejantes y compartiendo nuestras virtudes con los demás para sentirnos satisfechos y obtener la alegría de la vida.
Esta corta y sencilla historia nos hace recordar que el amor a nuestros semejantes consiste en dar lo mejor que tenemos, aquello que sabemos poniéndolo al servicio de los demás, utilizando nuestras aptitudes para dar una sonrisa al mundo en el que vivimos.
De ahí la importancia de la brigada de ayuda Abrigando Corazones, compartir un poco de nosotros con quien lo necesita, ya que el dar es mas valioso e importante que el recibir. Es una forma de contribuir con un pequeño granito de arena en nuestro contexto que si bien no es un lugar lejano y con escases, también es un ambiente con necesidades. A tu alrededor hay mucha gente que necesita de tu ayuda, de una palabra, de apoyo, de atención o incluso de que le hables de Dios y cuántas veces creemos que para hacer una buena obra necesitamos irnos a otro lugar, si bien es cierto hay muchos lugares donde somos necesarios pero que me dices de tu lugar de vida.
Tenemos que empezar por nosotros mismos por eso el hombre escudriño en lo profundo de su corazón para encontrase con el egoísmo, amarse de verdad y darse cuenta de la necesidad de los demás, porque todos necesitamos de todos, pareciera una palabra gastada,” necesidad”, pero actual y te has preguntado ¿qué tanto conoces a tus hermanos de oración?, ¿cuáles son sus problemas?, ¿sus satisfacciones?, ¿quién te necesita más en tu casa?, como esta podemos hacernos muchas preguntas y obtener miles de respuestas.
El amor hace falta en nuestros días, no solo en una pareja, o en un grupo de amistades como lo promueven en San Valentín las campañas publicitarias, sino el amor en la familia, entre la gente con la que convives en la escuela, en el trabajo, la caridad hacia aquellos que en ocasiones vemos y preferimos darnos la vuelta, la vida de mucha gente sería distinta si descubriera el verdadero sentido del amor que Jesús nos dejo:”Ama a tu prójimo como a ti mismo”( Lc 10, 25-28).
Estoy segura de que habría menos violencia, menos secuestros, menos robos y suicidios si de verdad todos entendiéramos al amor en su plenitud, creo que nos falta mucho, aún estamos dominados por la bestia, la luciérnaga nos habla pero seguimos sordos a su voz, de verdad consideramos ¿debemos festejar el amor? Tal vez sí aquel que existe en aquellos padres que dan la vida por sus hijos, el de los matrimonios que a pesar de todo siguen unidos, el de quienes todos los días intentan regalar un poco de su tiempo, de su actividad, una sonrisa a los demás, el amor de los que buscan a Dios, de quienes lo reflejan, de quienes comparten, perdonan, luchan, de los que saben dar y recibir, de quienes son agradecidos, de quienes saben que todo bien vale la pena vivirlo si es por amor.
Graciela Gómez Soto
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