¿Qué sería de un Guerrero sin una batalla, sin
una Misión por qué pelear? ¿No sería acaso como una espada sin filo, como un
barco sin timón, o más aun como dice la Escritura, como sal que ha perdido su
sabor?
Y es que parece una contradicción que eso
pudiera pasar, sin embargo quien esto escribe da testimonio de que puede
suceder.
En más de una ocasión así fue y una de ellas
aconteció así: Corría el mes de octubre del 2010, cuando a raíz de varios
conflictos emocionales y situaciones desalentadoras, me encontraba moralmente
exhausto y emocionalmente quebrado. Los días y las noches pasaban para mí sin
pena ni gloria, de manera puramente rutinaria. Se acercaba la tradicional
celebración del Día de Muertos y empecé a preguntarme sobre el significado de
la muerte y de que habría después de la misma. No recuerdo haber tenido dudas
al respecto con anterioridad, al menos no serias, sin embargo pensamientos
oscuros y subversivos comenzaron a penetrar a través de la armadura desgastada,
escurriéndose a mi interior por las heridas aun abiertas…
-
Y ¿Qué pasa si al morir no hay más nada?...
-
No, eso no puede ser, yo se muy bien que la
muerte no es el final de todo…
-
¿Estas seguro?... ¿Qué tal si…? Volvía a
susurrar la insidiosa voz en mi interior
Una noche, sumido en esas y otras inquietantes
interrogantes, me quede dormido y tuve un sueño, uno que parecía no serlo: En
él, me encontré con Manuel un buen amigo que había fallecido en circunstancias
lamentables pocos años antes. Se encontraba en el interior de un antiguo
monasterio y vestía un austero hábito propio de algunos monjes… lo cual me
intrigó, puesto que en vida, aunque fue una buena persona, en realidad no era
muy apegado a la Iglesia. Pero además de la vestimenta lo que más me llamó la
atención fue su semblante sereno y apacible.
Consciente de que mi amigo ya había pasado por
el trance de la muerte, le pregunté que si en realidad había vida después de la
muerte. Él con tono pausado y tranquilo me dijo: No te preocupes ahora por eso,
OCÚPATE por el SERVICIO a los demás…
Desperté con una nueva inquietud, pero en esta
ocasión era una realmente positiva… ¿servicio a los demás?... Por supuesto que
es lo mismo que el Divino Maestro e incontables santos nos prescribieron desde
antaño, pero por alguna razón, enredado en mis propias preocupaciones y
abrumado por mis conflictos internos, lo había olvidado.
A los pocos días, tuve oportunidad de platicar
con Ivonne, la hermana de mi amigo fallecido, a quien también conozco y aprecio
de hace muchos años y por supuesto le conté con lujo de detalle el asombroso
sueño que había tenido. A medida que le iba relatando lo acontecido, sus ojos
iban llenándose de lágrimas… seguro que ya metí la pata recordándole a su
hermano, pensé. Sin embargo ella me dijo: “no lloro por eso, lo que sucede es
que le he pedido fervientemente a Dios alguna señal de que mi hermano esta bien
allá, donde esta ahora…”
Puede haber varias explicaciones para lo
sucedido: sugestión, coincidencia, etc. Pero en lo personal pienso que Dios
Nuestro Señor, en su infinita Sabiduría y Misericordia, se valió de ese sueño
para dar respuesta a un alma angustiada y para recordarle el camino correcto a
otra alma extraviada…
Ah pero ese solo es el principio de la
historia, porque ¿de que manera iba yo a dar cumplimiento, de manera CONCRETA,
a esa inquietud? Eso, es material para otra entrega…
Por David Mora Arce
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