lunes, 11 de junio de 2012

LA CUARESMA: HÁBITO DE VIDA

Cada año la vivimos, pasa y simplemente se ha convertido en una tradición, una costumbre para muchos, pero bien sabemos que es un tiempo litúrgico para buscar cambiar al hombre viejo por el nuevo, hacemos lo que la iglesia pide o aquello que nos mueve a hacer o permanecemos indiferentes, pero ignoramos por completo que es una oportunidad de ser mejores personas y fortalecer nuestro espíritu. Compartamos está  reflexión acerca de la “Abstinencia en Cuaresma” escrita por Nohemí A. de Molina, enviada en el mail por Adelita Malpica colaboradora externa de Shema.

ABSTINENCIA EN CUARESMA
En su contexto religioso, la abstinencia se utiliza para elevar al creyente más allá de la vida normal del deseo, hasta un ideal elegido siguiendo una trayectoria de renuncia. Se permite comer pescado, pero no quiere decir que “obliga”. Se mal entiende que en Cuaresma “hay que comer pescado” y no es así. Lo importante es no perder el sentido de lo que estamos haciendo y para qué. Debe observarse un espíritu penitencial y de conversión.  Según San León, la Cuaresma es un “retiro colectivo de cuarenta días durante los cuales la Iglesia, proponiendo a sus fieles el ejemplo de Cristo en su retiro al desierto , se prepara para la celebración de las solemnidades pascuales con la purificación del corazón y una práctica perfecta de la vida cristiana”.

Se trata de un tiempo introducido por la imitación de Cristo, en el que la comunidad cristiana se esfuerza por realizar una profunda renovación interior. El catecismo de la iglesia católica retoma está idea y la expresa de la siguiente manera:” La iglesia se une  todos los años, durante los cuarenta días de la Gran Cuaresma, al Misterio de Jesús en el desierto” y si el ayuno y la abstinencia tuvieran sentido traducido a nuestros días podría ser…

Y si cuando llego a casa no conecto inmediatamente la televisión…
Y si por un rato ayuno de ruidos y entretenimientos y dejo un hueco al silencio…
Y si me abstengo de juicios y prejuicios sobre la gente que me rodea…
Y si ayuno de orgullo y me acerco a esa persona con la que he discutido…
Y si busco la reconciliación en el sacramento de la confesión…
Y si me abstengo de caprichos y compras innecesarias y doy ese dinero  a alguien que lo necesite más…
Y si ayuno de autosuficiencia y pido ayuda a los demás…
Y si me abstengo de flojera y voy a visitar a esa persona que hace tanto no veo…
Y si ayuno de envidia y me alegro con las alegrías de los demás…
Y si antes de empezar y acabar el día me dedico un rato a la meditación…
Y si hay algo más que haya quedado de cambiar la carne por pescado, vegetales o fruta…
Recordaríamos que lo que nos alimenta plenamente es la Eucaristía.

Convertirse es “volverse” a Dios es Descentrarse de uno mismo y centrarse en un Dios que ha dado la vida por nosotros, que esta cada día en nuestra vida y que nos espera en nuestro prójimo.
Que el ayuno y la abstinencia nos ayuden a comprender y vivir lo importante, a vivir con la certeza de que el único alimento que nos llena de verdad es Jesús. ¡Sea pues una cuaresma llena de frutos!
Y ese es nuestro deseo el haber obtenido una cuaresma llena de frutos que nos traiga hábitos de vida y nos haga seres nuevos.

Graciela Gómez Soto

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